Pero no pasa nada, siempre estamos a tiempo de desempolvar nuestras bambas, tenis, zapatillas preferidas y comernos las calles, haga la temperatura que haga. Y lo cierto es que en el caso de vivir en un lugar con temperaturas extremas siempre vamos a recomendar tejidos naturales frente a materiales sintéticos, ya que los últimos nos dificultan un refresco óptimo de la piel, impidiendo que esta respire y no acumule sudor o bacterias.
Mientras nosotras sacamos las nuestras del zapatero nos ha surgido una duda existencial. ¿Cuál fue exactamente el origen de este calzado tan de moda hoy en día? ¿Por qué lo lleva multitud de gente en cualquier época del año? ¿Cómo hemos llegado a combinar un accesorio deportivo en nuestro día a día, dando igual si la ocasión es de carácter informal, profesional o festivo? Las zapatillas se han colado en nuestra vida como un niño travieso en una piscina de bolas, y estamos dispuestas a contaros cómo ocurrió.
Para nuestro gozo, hablar de la historia de este accesorio es también remontarse a hace siglos. Concretamente al año 480 antes de Cristo, momento en el que la pequeña región griega de Laconia llamada Marathon cobra relevancia en la Historia del deporte. Lo que hoy conocemos como disciplina olímpica se inspiró realmente en un suceso que documentó Heródoto. Era parte de la educación griega poner énfasis en el deporte para todo tipo de público. Desde calistenia hasta lucha cuerpo a cuerpo. Pero una de las disciplinas más útiles e importantes dentro del marco militar era la carrera de fondo. Una vez aceptados en el cuerpo del ejército griego, los soldados practicaban la carrera de “hóplitas”, que no era más que correr con todo el conjunto militar puesto: coraza, escudo, lanza, espada, grebas y casco. Pues bien, quienes destacasen en dicha disciplina serían los “hemeródromos”, los mensajeros oficiales del ejército tanto en la guerra como en la paz.
Dentro del cuerpo de “hemeródromos” existió un hombre llamado Tersipo, al que el general Milcíades en plena guerra contra los Persas en el valle de Maratón, mandó recorrer la distancia desde el campo de batalla hasta Atenas corriendo y tras haber luchado contra las filas del país vecino. El mensaje que pudo proferir Tersipo antes de morir de extenuación en la capital griega fue un entusiasta y carente de fuelle: “Hemos vencido”.
Este relato de Heródoto se recogió en un poema de Elizabeth Barret Browning en el siglo XIX que supuestamente leyó Pierre de Coubertin, un Barón contemporáneo a la escritora que fue quien unificó los Juegos Olímpicos, llegando a ser tal y cómo los conocemos hoy. La prueba de la maratón fue la estrella en 1908, para la que se estableció la distancia de 42.195 metros.
Pero los Juegos Olímpicos ya eran populares antes de su unificación. Existían como festivales del deporte por todo el mundo. Pero ¿cómo participaban los corredores en aquellas épocas sin el calzado de hoy en día? La respuesta es bastante sencilla: con el calzado disponible.
Y es que no fue hasta 1760 cuando al ser humano se le ocurrió fundar la primera fábrica de zapatos, ¡y fue en Estados Unidos! Hasta la fecha era un oficio que se aprendía de forma artesanal dentro del gremio, con tiendas pequeñas o de forma ambulante. Así que no es de extrañar que hasta 1852 no se crearan las primeras zapatillas, entendidas como zapato específico para correr. Se diseñaron en cuero y las suelas disponían de clavos de madera para mayor agarre al suelo. Este diseño se vio inalterado durante 50 años y hoy en día lo conocemos como las zapatillas que usan los jugadores de fútbol profesional.
Al comenzar el siglo XX, y coincidiendo con la unificación de los Juegos Olímpicos, se empezó a ver otro diseño de zapatillas, las Keds. Estas sí que estaban confeccionados con tela y suela de goma. Su diseño es parecido a las de las botas de monte, con la tela hasta los tobillos y unos cordones que se anudan también ahí. Tenían un ligero tacón para la versión femenina, una reminiscencia de los zapatos de calle.
A partir de entonces, la leyenda de este calzado tan icónico siguió creciendo como la espuma de un refresco agitado. Imparable y siempre hacia arriba. En 1949 el único corredor que ganó 4 medallas de oro en los Juegos Olímpicos llevaba puestas unas Adidas. Desde ese momento, el calzado deportivo comenzó a adquirir muchísima importancia, diferenciando mucho los zapatos de este tipo de accesorio. Pero fue otro deporte el que popularizó las zapatillas más allá de su función: el baloncesto. Fue de esperar que con los años el diseño que llevaran estos jugadores (algo ligeramente más primitivo que las Converse All-Star), se convirtió en el icono podal de cantantes de rock como Elvis Presley y de estrellas de cine como Farrah Fawcett y sus Nike Cortez en los 70 y 80. En los 90 surfistas y skaters fueron quienes harían gala de esta histórica zapatilla.
Pero no todo son zapatillas en esta vida, sobre todo cuando no vas a correr una maratón. No recomendamos la práctica de deporte excesivo durante las olas de calor ni después de librar una batalla como el bueno de Tersipo. Por eso, si estás en búsqueda de zapatos cómodos y aptos para esta época, echa un vistazo en nuestra web.