¿No os parece cuanto menos curioso que se hayan dejado de llevar los sombreros? Además, no es que haya sido algo que se haya desvanecido intermitentemente de nuestra rutina diaria como los pantalones campana, que siempre ven el momento de volver. No. Los sombreros desaparecieron casi de un día para otro y muy pocas personas saben el por qué.
Nosotras sí. Gorras de mensajero, sombreros de copa, pañuelos, boinas, pamelas… (bueno, estas siguen apareciendo de forma ostentosa en ciertas carreras de caballos inglesas). Todo elemento y tejido para tapar coronillas se ha visto amedrentado con la aparición de antenas telefónicas y el wifi. Pero no, esas no son las razones.
Todo ocurrió de forma paulatina pero constante, en 1900 todo el mundo llevaba la cabeza tapada, y es que llevar sombrero era útil; no sólo nos cubría del frío (llevar la cabeza tapada puede aumentar la temperatura corporal hasta un grado), sino que protegía nuestros ojos de la lluvia, el sol, el viento… además de hacer las veces de bolsillo oculto para ciertos objetos ligeros.
No llevar sombrero no era posible. De hecho, a veces se reivindicaba la elección de no llevarlo, no sin consecuencias funestas como insultos o pedradas. Fue el caso de las Sinsombrero de la plaza del Sol en Madrid, un grupo liderado por mujeres artistas entre 1898 y 1914. Maruja Mallo, Margarita Manso, Salvador Dalí y Federico García Lorca formaron parte activa de este grupo, quitándose el sombrero en público para reclamar el libre pensamiento y transgredir a la norma.
Algo que durante la Primera Guerra Mundial adquirió un significado bien distinto. Y es que los soldados que se incorporaban a la sociedad relacionaban los sombreros con los uniformes militares y/o con el gesto de protegerse la cabeza con un casco. De modo que ver un inocente sombrero por la calle podía acarrearles brotes de estrés post traumático si habían tenido experiencias especialmente cruentas durante la guerra. Muchos decidieron, en base a ese miedo recordatorio, no llevar la cabeza cubierta.
En el caso de las mujeres, la guerra hizo que muchas de ellas debieran dedicarse al trabajo en fábricas, hospitales de campaña o la agricultura. Todas ellas profesiones en las que un sombrero no suponía el máximo alarde de practicidad. Sí que eran prácticas las cofias, pero sólo en cuanto a higiene para que el cabello no se interpusiera en una sutura.
No sólo hubo una guerra, después vino otra y, en el caso de España, hubo una Guerra Civil. Estos eventos bélicos fueron las oleadas perfectas para que el uso del sombrero fuese en declive. ¡Pero no fueron los únicos!
Resulta que los inventos también tuvieron que ver en su desaparición. Después de cada guerra, la tecnología tiende a desarrollarse de forma exponencial, y eso fue exactamente lo que ocurrió. Durante los años 20, justo tras la primera guerra mundial, aparecieron novedosos objetos. El secador de pelo, por ejemplo, provocó que muchos peinados que necesitaban de una elaboración tediosa se pudieran llevar a cabo en pocos minutos. ¿Pelo bonito? ¡Mayor razón para no llevar sombrero!
Otro de los inventos clave fue el coche… cerrado. Los primeros vehículos no disponían de techo protector para los pasajeros, sino que eran descapotables. Es más, pocos eran los afortunados que podían ir en coche, ya que ir a pie con unos cómodos zapatos o montar a caballo eran los transportes más utilizados aún. En estos casos, llevar una gorra o sombrero era lo ideal. Pero en 1920 los coches se popularizaron y todos comenzaron a fabricarse con capota, así que ya no necesitábamos un útil sombrero que nos protegiera de las inclemencias.
Otro de los motivos fue el extraño rumbo que adquirió la moda a lo largo del siglo 20. Comenzamos el siglo vistiendo con telas pesadas, capeadas, encorsetadas, de faldas largas hechas a manos, zapatos resistentes (muchos de ellos con tacón) y accesorios a medida. ¿Cómo diantres acabamos llevando tan poca tela? La respuesta está en la industrialización, algo que también trajo la guerra y que dinamizó y abarató el coste de producción de cualquier prenda de vestir o zapato. Esto también hizo que en dicha producción se obviara al sombrero como complemento; se estaba dejando de usar y fabricarlos suponía mayor coste.
A partir de los años 60 ya no hubo vuelta posible para el desdichado sombrero, y es que se impuso la peluquería a golpe de laca y permanente. La norma pasó a ser lucir la melena propia, ¿dónde quedaría la libertad de pensamiento?
Pero en vez de caminar con un sombrero, puedes caminar con la libertad que te ofrecen nuestras bailarinas de selección. Echa un vistazo en la tienda y ¡deja a tu libre pensamiento caminar osado!